Que todo siga igual
Aunque no sirva.
No hagamos nada diferente de lo que ya hacemos, que todo siga como está, así siempre ahorramos recursos mentales en la toma de decisiones, aunque no sean basadas en un buen razonamiento sino más bien en no ser capaces de cuestionarnos ciertas cosas o ciertos comportamientos.
"Hace poco puse fin a una relación que duró casi diez años. Si tuviera que describirla, solo podría decir cosas buenas. Fue un vínculo sano, en el que ambos nos dimos tiempo y espacio necesarios para perseguir nuestras propias metas e intereses. A pesar de estar muy unidos, nunca perdimos nuestra individualidad. Una relación que se basó siempre en el respeto y la honestidad. Nunca hubo engaños ni mentiras.
Sin embargo, cuando estábamos por cumplir una década juntos, comenzaron mis cuestionamientos. Todo partió por una conversación con amigas. Una de ellas había tomado la decisión de separarse después de haberle sido infiel a su marido. Ella nunca buscó esa infidelidad y en los 18 años que llevaban juntos nunca había sido infiel. Fue en un viaje de trabajo, las cosas se dieron y ella terminó en su habitación del hotel con un desconocido.
Después de ese encuentro decidió separarse. Este affaire le hizo ver que 'seguía viva', algo que en su relación ya no estaba sintiendo, pero que hasta entonces, ni siquiera había notado. Así nos lo explicó en una reunión de amigas. Nos dijo que ella no tenía ningún problema con su marido, que se llevaban bien, que la vida juntos era como una taza de leche, tan tranquila, que ni siquiera estaba segura de que entre ellos siguiera existiendo amor, menos pasión. Pensó que tal vez solo eran excelentes padres, excelentes amigos. Pero eso de ser pareja, había muerto hacía mucho.
Apenas me subí en mi coche después de esa reunión de amigas, pensé lo mismo. ¿Yo estaba realmente enamorada o mi relación se basaba en la costumbre de estar juntos? ¿Éramos un buen equipo doméstico o seguíamos siendo pareja?
Sé que las relaciones largas se vuelven rutinarias. Nadie puede mantener una relación años haciendo todos los días cosas nuevas o sintiendo lo mismo que los primeros años. Y no lo digo necesariamente como algo malo; tener una rutina compartida puede ser bonito, tener a alguien que te conozca como ninguna otra persona y que está al tanto de todos tus procesos, también.
Esas preguntas me llegaron hondo. Me dí cuenta de que sí me faltaba algo. Hacerme consciente de que ya no quedaba nada del amor y la pasión que alguna vez sentí, fue razón suficiente para pensar en una separación.
Cuando comencé a hablar con mis amigas, muchas me decían que lo pensara bien, que el amor evoluciona con el tiempo y que es normal que se transforme en un afecto más profundo, en cuidado y respeto mutuo, casi como un lazo fraternal. Que lo habitual es que la pasión disminuya e incluso desaparezca. Pero eso no era lo que yo quería. Pienso que por algo me fascinó tanto la historia de mi amiga, porque al final, vi reflejados mis propios deseos en su relato.
Soy de la idea de que las personas no deberíamos sentirnos obligadas a mantener una relación solo porque ese amor ha evolucionado en algo diferente. Es cierto que tampoco uno puede vivir saltando de relación en relación para vivir permanentemente en el enamoramiento de los primeros años, pero, por otro lado, desconectarse de la pasión y del deseo de sentir atracción por el otro, tampoco está bien. ¿Por qué conformarse con algo que ya no nos llena por completo?
Mis reflexiones inevitablemente generaron un distanciamiento con mi pareja. No había ningún problema en concreto que justificara nuestra separación, sin embargo, comenzamos a alejarnos cada vez más. Nos costó soltar la relación porque no había un incidente específico que señalar; todo estaba bien, pero algo faltaba. Así que seguimos adelante, prolongando una relación que quizá debería haber terminado mucho antes.
Me costó tomar la decisión, especialmente porque éramos vistos como la pareja ideal, y decepcionar las expectativas de los demás siempre es difícil. Pero la verdad es que yo ya no sabía si lo quería como una pareja, si lo deseaba como a un amante. Ante esa incertidumbre, sentí que era justo para ambos explorar nuestras propias vidas por separado.
El día que comuniqué la decisión a mis amigas, ellas dejaron de darme consejos para seguir con él. Se abrió una conversación honesta entre nosotras y pude percibir en los argumentos de algunas que esto de prolongar relaciones por mantener el status quo, básicamente por comodidad es la norma. Las personas nos conformamos con la seguridad que nos brinda estar en pareja, incluso si ya no nos sentimos completamente felices.
Creo que es importante normalizar que no es necesario esperar a situaciones extremas, como la infidelidad o la mentira, para poner fin a una relación. Se puede estar en una relación sana y armoniosa y aún así no sentirse completamente satisfecho. Es válido cuestionar si lo que sentimos es amor o simplemente costumbre. Y está bien elegir dejar ir cuando sea necesario. En mi experiencia, saber cuándo soltar es una virtud que deberíamos reconocer y valorar mucho más. Aunque a veces nos cueste".
Mi opinión personal es que mantener el status quo no promueve relaciones saludables.
Aunque también sé que todos, en mayor o menor medida, somos víctimas del efecto predeterminado. Cuando nos encontramos ante una cantidad de opciones para elegir, entre las cuales ya hay una opción predeterminada (una elección por defecto), la mayoría de nosotros nos quedamos con la opción estándar. Es decir, elegimos no elegir.
Es verdad que los valores por defecto nos hacen la vida más fácil, ya que evitamos tomar muchas decisiones de manera activa. Algunas decisiones siempre son complejas, no únicamente la expuesta en el ejemplo de arriba.
Renegociar los acuerdos que ya existen (entre amigos, en el trabajo, con la pareja, con la compañía de teléfono, etc.) puede dar grandes beneficios, pero a veces es una tarea dura y muchas veces no muy agradable. Pero vivir plácidamente en la comodidad de no tener que elegir porque alguien ha decidido ya una opción razonablemente buena (o no) para nosotros puede tener consecuencias muy importantes en determinadas circunstancias.
El efecto predeterminado entra en acción incluso cuando no hay una opción por defecto. En esos casos, hacemos que nuestro pasado sea la opción por defecto. Por eso nos cuesta tanto abandonar el status quo, el estado en el que están las cosas, aún cuando no están como nos gustaría o podrían estar mucho mejor.
La aversión a la pérdida es otro comportamiento que contribuye a mantenerlo, ya que tomamos el estado en que están las cosas como punto de referencia, y consideramos cualquier cambio como una pérdida. Algo completamente absurdo desde un punto de vista racional, pero así funcionamos.
Tenemos una fuerte tendencia a dejar las cosas como están, a pesar de que eso suponga una gran desventaja. Sin embargo, desafiar el status quo puede cambiar la forma de pensar y de comportarse de todos nosotros. Nos hace evolucionar.
En el caso de las parejas, al menos las que yo he conocido, siempre (o casi) es ella la que toma la decisión de romper ese status quo, es la que es valiente y no se conforma. Ellos la mayoría de las veces están instalados en una comodidad conocida (hijos, gastos, amigos, etc.) y aunque sean infelices son mucho más estáticos.
Buenísimos días querid@s y no tan querid@s,
Es viernes con sabor a unos días de vacaciones por delante (pocos).
Hoy mucho café por delante, sonrisa puesta y al lío.
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