Y llega el fin de semana. Voy a relajarme, descansar, disfrutar, leer, tomar el sol y dormir.
Dormir más, que siempre me parece que tengo falta de sueño. Porque si el sueño fuera (como dicen) una tregua, un puro reposo de la mente, ¿por qué si te despiertas o despiertan bruscamente sientes que te han robado una fortuna? ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora nos despoja de un don inconcebible, tan íntimo que solo es traducible en un sopor que la vigilia dora de sueños, que bien pueden ser reflejos de los tesoros en la sombra de algo intemporal que no se nombra y que el día transforma y deforma en sus espejos.
¿Quién seré esta noche en el oscuro sueño, al otro lado del muro?
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