sábado, 21 de enero de 2023

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Anoche, abrazada a un pecho amable, con sus dedos sobre mi pelo, me dí cuenta de que la mayor parte de los hombres que han pasado por mi vida lo han hecho para enseñarme lo que no es el amor. 

Aquel policia de un barrio de Madrid, me enseñó la ciudad como jamás la hubiese conocido de otra manera. Aprendí de música, cine, del valor de las palabras y de fetiches con el mejor maestro. Conocí de primera mano el sentirme diosa cuando me miraba con sus ojos verdes. Encontré la certeza de que el amor no se escribe siempre con letra legible y que esperamos más de él de lo que puede darnos. En él, que en realidad me dió todo lo bueno, lo que de verdad aprendí es que ambos andábamos esperando del amor algo que quizá este jamás sería.

Con el motero al que no le faltaba un centímetro de piel sin tatuar, aprendí lo que es no querer enamorarse y guardar la ausencia a alguien que ya no volvería nunca. El miedo a sentir de nuevo era una especie de traición a la memoria del amor de su vida que se fue demasiado pronto y dedicaba parte de su tiempo a experimentar el placer de lo inmediato y el adiós continuo. Aprendí que tenía que sentir con todas las consecuencias. 

Así, con el que se molestaba si yo pagaba la cuenta, aprendí que el amor no es avaro, pero tampoco orgulloso. 

El que siempre quiso brillar más que el mismo sol y que todos giráramos alrededor de su órbita me enseñó, quizá en un viaje poco amable la mayoría de las veces, en otras angustioso y desesperante, que el amor no compite, que se alegra, que acompaña en el esfuerzo y aplaude en el éxito. Que es prácticamente imposible estar al lado de alguien cuyo ego no cabe en cualquier vida, ni siquiera en la suya. Que no hay un buen sitio al que ir en mala compañía.

Con el arquitecto aprendí que no podía quedarme donde solo había comodidad o estabilidad si no existe el sentimiento, sin la pasión, sin la imaginación y sin que se me erice la piel. Que hay que quedarse dónde se sienta placer por estar. Que hay que buscar conexión y no compañía.

Con el de la botella de vino entendí que la inmediatez solo sostiene el placer y que el amor, aunque es lascivo y sinuoso, no se evapora una vez secado el sudor. Que la palabra amor es muy grande, pero es más sencilla de lo que él transmitía al conjugarla. 

Así que... bueno, camino con los bolsillos llenos de piedras preciosas que, poco a poco, iré dejando caer a un lado del camino, porque de mí, a quién también amé, aprendí que el único peso que quiero sostener es de la sorpresa al descubrir todo lo que me queda por vivir, aunque dudo que sea sobre su pecho.


Andrés Suárez, Funambulista - Ya Verás


Buenísimos días querid@s y no tan querid@s,

Es sábado,

Es esa sensación de locura. De que algo nuevo empieza. Es eso que se siente, cuando sientes que vas a empezar de cero. Es ese miedo que nos acojona y nos pone a partes iguales. Es ese "no sé a dónde voy, pero pienso ir con ganas..."

Café y aún no llego a media sonrisa.


"El beso impulsivo, de Ron Hicks", es uno de mis cuadros favoritos, porque no solo expresa amor, también pasión. 




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